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El estrógeno es la hormona sexual femenina responsable del funcionamiento del ciclo menstrual, la fertilización y el embarazo. Durante la pubertad, los niveles de estrógeno aumentan para impulsar el desarrollo de los senos, caderas más anchas y otras características sexuales secundarias de la mujer.
Como todas las hormonas, el estrógeno es un mensajero químico secretado por un tejido corporal que viaja a otro tejido para afectar el crecimiento y el comportamiento. Las hormonas se secretan en ráfagas en cantidades que cambian cada hora y cada día, y también varían durante las etapas del embarazo y el ciclo menstrual. Durante este ciclo, el estrógeno produce un ambiente adecuado para la fertilización, incluido el crecimiento del revestimiento uterino. Si se fertiliza el óvulo de una mujer, el estrógeno actúa con la progesterona, otra hormona, para detener la ovulación. Si el óvulo no se fertiliza, los niveles de estrógeno disminuyen y comienza la menstruación.
En las mujeres, el estrógeno se produce principalmente en los ovarios. La hormona estimulante del folículo (FSH) estimula los ovarios para producir estrógeno. Tanto en mujeres como en hombres, el estrógeno también es producido por las células grasas, las glándulas suprarrenales y otros tejidos, pero en cantidades mucho menores. El estrógeno es en realidad una clase de hormonas diferentes, cada una con funciones específicas. Hay cuatro tipos principales: estradiol, estriol, estetrol y estrona. El estradiol se forma en los ovarios y es el estrógeno principal. El estriol se produce en la placenta durante el embarazo. El estetrol también ocurre solo durante el embarazo y es producido por el hígado fetal. La estrona está diseminada por todo el cuerpo y está presente después de la menopausia.
Además de su función reproductora, el estrógeno también es importante para el metabolismo de las proteínas, la retención de agua y la formación de huesos. Trabajando con vitamina D y calcio, el estrógeno ayuda a descomponer y reconstruir el tejido óseo. Los niveles de estrógeno disminuyen después de la menopausia cuando las mujeres dejan de menstruar. Con menos estrógeno, el proceso de reconstrucción de los huesos se ralentiza. Es por eso que las mujeres son más propensas a desarrollar osteoporosis a medida que envejecen. La disminución de los niveles de estrógeno también puede provocar sofocos, picazón, sequedad y afecciones graves, incluido un mayor riesgo de enfermedad cardíaca.